Legitimar
Algo que nos resulta extremadamente difícil a padres y madres en la crianza de nuestros hijos e hijas es el poder legitimar su realidad, su manera de hacer, su conducta, sus estados emocionales, entre otras cosas. Por supuesto, también les resulta difícil a otros adultos que se relacionan con niños y niñas. Y si resulta tan difícil es debido, principalmente, a que para legitimar a otro uno tiene que legitimarse a sí mismo primero. Y en eso vamos muy cojos.
Vivimos en una sociedad opresora donde lo subjetivo se deja de lado en pos de una objetividad consensuada que hemos interiorizado y que está al servicio de que este sistema que hemos construido sobreviva. Y la sociedad, aunque es algo que muchos señalamos allá fuera, está dentro: yo me oprimo, yo me reprimo, yo me desvinculo de mi cuerpo y de mi sentir, de mi necesidad, de mi deseo, etc. Todo, para poder encajar y responder a las demandas que el sistema espera de mí como individuo.
En el curso escolar 2023/24, impartí alrededor de cincuenta talleres en centros educativos, constatando en cada taller cómo infantes y adolescentes se esfuerzan por formar parte de esta sociedad enfermiza. Tendría que ser mejor, debería de hacerlo bien, tendría que saber esto y aquello, tendría que ser capaz de, si no logro tal cosa soy menos que, etc. Esto son cosas que iban saliendo en los talleres. Puro veneno. Sin embargo, es lo que les damos de comer. Pero, ¿cómo ibamos a darles otra cosa si es la mierda con la que nos alimentamos los adultos? Y los adultos somos su punto de referencia.
Encajar en este molde y formar parte de este paradigma implica perder cierta libertad, no la libertad de hacer lo que me da la gana (eso no es libertad), sino la libertad de sentirme vivo, viva, de sentir la vida en el cuerpo, esa libertad que podemos sentir cuando encontramos, descubrimos y conocemos al ser vivo que somos más allá de las ideas, las interpretaciones, las definiciones, las etiquetas y los "debería de ser".
Así que, ¿qué precio estamos dispuestos a pagar para formar parte de este paradigma, y qué precio estamos dispuestos que paguen niños y niñas, herederos y herederas de este mundo del que formamos parte?