Es que yo soy así
Es que yo soy así. Punto. Esto me lo dijo un cliente en la última sesión que tuvimos. Y me lo han dicho algunos otros. Y se lo he escuchado decir a muchas otras personas en contextos no terapéuticos, y me lo he escuchado decir a mí mismo en algunas ocasiones. Y me sorprendo de como podemos llegar a identificarnos tanto con algo, a agarrarnos a ello con uñas y dientes hasta llegar a defenderlo a capa y espada, o metralleta y bombas (y venga metáforas, y es que yo soy así, metaforero).
Fuera coñas. Pensemos en lo siguiente, si queréis: un pensamiento aparece, a ese pensamiento le sucede una emoción, y a esa emoción, de manera automática, le sigue un comportamiento, un impulso, una tendencia. Por ejemplo, llega un pensamiento con la información de que si no ayudo a los demás no me van a querer, ¡clic!, aparece el miedo de que si no estoy para los demás no me querrán y, ¡bang!, el gatillo se dispara: inmediatamente me pongo a servir a los demás, me pongo a hacer cosas, las que sean, para que me quieran, para que me amen.
Cuando intento que alguien vea este automatismo en sí mismo, a la mayoría le cuesta llegar a comprender, siquiera, que puedan actuar de manera distinta a la que ahora están actuando. El dichoso "es que yo soy así" es demoledor porqué, si soy así, es que no puedo ser de otra manera. Hay actitudes que tienen sus raíces en el núcleo de nuestro ser, sobretodo las adquiridas en la infancia. A un colega le mordió un perro a los cinco años. Desde entonces les tuvo miedo a los perros. ¿Le iban a morder todos los perros con los que se cruzara? No, pero por si acaso cambiaba de acera. Un aprendizaje a los cinco años dirigió su vida durante más de treinta. Y esto lo hacemos todos, todo el rato.
Para salir del automatismo hacen falta varias cosas. La primera, darse cuenta del mismo. Luego, cuestionar estas afirmaciones existenciales, como la idea de que solo me querrán si ayudo. A partir de ahí, no se trata de eliminar una conducta, sino de probar otras maneras de hacer, de vivir, de relacionarse, y ver si me va mejor. Mi colega empezó a acariciar perros y, ahora, convive felizmente con uno. Quién se lo iba a decir, se ve que al final "no era del todo así".
Ilustración de Henrietta Harris.