Terapia y tejido social

La terapia, en su esencia, busca ofrecer un espacio seguro para que las personas se encuentren consigo mismas y exploren su experiencia de vida. Sin embargo, reducir este proceso a un viaje exclusivamente hacia el pasado, o a la susodicha sanación de las heridas de la infancia y los ecos de viejas relaciones, puede ser limitante. Si bien el pasado configura gran parte de nuestra manera de ser y de percibir el mundo, es crucial recordar que ninguno de nosotros vive aislado en una burbuja temporal. La persona que busca ayuda está, en todo momento, inmersa en un entramado social que influye profundamente en cómo piensa, siente, desea y actúa.

El contexto en el que vivimos no es un telón de fondo pasivo. Es un sistema vivo y dinámico que nos interpela en todo momento, constantemente. Los valores culturales, las expectativas sociales, las relaciones interpersonales, las desigualdades estructurales e incluso las tendencias globales ejercen una influencia directa sobre la experiencia subjetiva. Ignorar esto en el ámbito terapéutico implica correr el riesgo de abordar los problemas del individuo de manera fragmentada, como si fueran fenómenos aislados de las fuerzas que los moldean.

Por ejemplo, consideremos el caso de alguien que llega a consulta experimentando una sensación de insuficiencia o desmerecimiento. Si bien es posible que en su historia personal se encuentren experiencias tempranas de crítica o abandono que han contribuido a esta percepción, también es fundamental explorar el papel que juega el entorno actual en perpetuar este sentimiento. Quizá esa persona está expuesta a una cultura que glorifica el éxito individual, la productividad sin descanso y los estándares inalcanzables de perfección. Este contexto no solo amplifica las heridas pasadas, sino que también genera nuevas tensiones y demandas que afectan su sentido de sí misma en el presente.

Asimismo, las relaciones cercanas actúan como un espejo y un campo de fuerzas en el que las dinámicas internas se ponen en juego. El modo en que alguien se percibe a sí mismo no surge en un vacío, sino en interacción con las miradas, las palabras y las actitudes de los demás. En este sentido, el proceso terapéutico no puede limitarse a interpretar los recuerdos (algo más propio del psicoanálisis) o elaborar las emociones reprimidas (algo más propio de una psicoterapia existencial como la Gestalt); también debe abordar cómo las relaciones actuales contribuyen a sostener ciertos patrones y cómo el individuo puede crear nuevas formas de vincularse que sean más nutritivas.

Además, no podemos obviar el impacto de las estructuras sociales más amplias. La ansiedad y el malestar que muchas personas experimentamos hoy en día no son solo cuestiones individuales; son respuestas comprensibles a un sistema que a menudo prioriza el consumo, la competitividad, la desconexión de las sensaciones corporales y el aspecto emocional e instintivo. Desde mi punto de vista, la terapia tiene la responsabilidad de abrir un espacio para cuestionar estas influencias y ayudar al paciente a recuperar una sensación de agencia frente a ellas.

Al adoptar esta mirada, el proceso terapéutico se convierte en algo más que un viaje introspectivo; se transforma en un diálogo vivo entre el individuo y su contexto, en una oportunidad para que la persona tome conciencia de cómo las fuerzas externas modelan su mundo interno y de cómo puede posicionarse frente a ellas, y como a su vez su mundo interno puede modelar el entorno en el que vive. Es una invitación a encontrar un equilibrio entre lo propio y lo colectivo, lo mío, y lo nuestro, trayendo la presencia al aquí y ahora en el que coexistimos.

Este enfoque no implica abandonar la exploración de la historia personal, sino integrarla en un marco más amplio que reconozca la complejidad del ser humano como parte de un todo. La verdadera transformación no surge solo de mirar hacia dentro, sino de conectar esa mirada con una comprensión profunda de cómo vivimos, sentimos y nos relacionamos en el presente. Solo así la terapia puede ser realmente completa y relevante para quienes buscan vivir con mayor plenitud y consciencia.

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